miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cuento "La niña del farol"


Para los que os animéis a celebrar  la fiesta del farol, este es el cuento típico que se representa en el teatrillo de mesa, o como un juego con los niños en este día de fiesta,aunque también por supuesto como un juego propio del Otoño, aunque no celebréis esta fiesta.
LA NIÑA DEL FAROL:

Al anochecer de un día de Noviembre, cerca de una pequeña aldea, se pudo observar una forma misteriosa que se deslizaba por campos y prados, parecía una serpiente luminosa. Al mirarla atentamente se podía ver que estaba formada por gran cantidad de lucecitas, parecía que una constelación de estrellas había bajado del cielo y se movían por la tierra.

También se oían sonidos armoniosos y las ráfagas de viento traían bellas canciones.

Poco a poco, la serpiente luminosa se iba acercando a la aldea y las canciones se oían más cerca.

¿Qué era aquello? Eran los niños de la aldea que celebraban su fiesta del farol, cada estrellita era un farolillo llevado por un niño.

Las canciones contaban la Historia de un caballero que en una noche muy fría había compartido su capa con un mendigo.

Al final de aquella serpiente luminosa iba una niña que caminaba lentamente, muy pendiente de su farolillo pues su vela se había gastado y estaba a punto de apagarse. Caminaba tan lenta que se quedó sola sin darse cuenta, su luz se apagó del todo, las canciones cada vez se oían más lejos; la envolvía una gran oscuridad, esa noche si siquiera alumbraban las estrellas. Se quedó parada sin saber que, un gran miedo se apoderó de ella. ¿Qué debía hacer allí en la oscuridad? Empezó a llorar y a llamar, nadie respondía ni oía sus gritos de angustia.

Se sentó en el suelo y pareció oír una vocecita que le decía: “Ánimo, ten valor, busca el camino. Ella lo conocía de día, ahora debía encontrarlo de noche.

Se levantó y empezó a andar, de pronto tropezaba y caía, se chocaba con una valla, o se enredaba en un arbusto, pero ella seguía adelante intentando una y otra vez encontrar la vereda que la llevaría a la aldea. Ahora bajo sus pies había muchas piedras pero ella seguía y seguía pero esta vez se chocó con una gran roca que la hizo caer al suelo. Se hizo tanto daño que empezó a llorar desconsoladamente.

Así estuvo un rato, hasta que se le fue pasando el dolor. De repente, a pesar de la oscuridad pudo divisar delante de sí una figura humana, parecía un niño poco mayor que ella.

El niño le preguntó ¿Por qué lloras ¿ ¿ Qué te pasa? Porque mi farolillo se apagó y me he perdido, no sé volver a mi casa.

El niño se inclinó sobre su farol y le dijo: “Pero si hay luz en tu farol, mira. “

La niña miró y pudo ver que su farol lucía mucho más que antes, la luz parecía una estrellita.

¿De dónde vino esta luz? Preguntó la niña.

Estrellas como estas se encuentran en los farolillos de todos los niños, pero no se dan cuenta de ello hasta que se han perdido como te ha pasado a ti.

¿Quién pone estas estrellas en nuestros faroles?

Un pobre mendigo prendió su luz hace cientos de años.

¿Quién era ese mendigo?

Había llegado el Otoño, era una noche fría y oscura, un caballero llamado Martín viajaba por un camino solitario, al borde del camino se encontró con un mendigo cubierto de harapos que le pedía limosna. Martín era pobre, sólo tenía una gran capa que le tapaba del frío, paró su caballo, sacó su espada y partió su capa por la mitad y se la dio al mendigo. Al hacerlo su corazón se inundó de una luz cuyo brillo iluminó la obscura noche de otoño.

A la noche siguiente cuando Martín dormía, oyó una voz que le llamaba por su nombre, abrió los ojos y vio a dos ángeles que se acercaban a él y le llevaban la mitad de la capa que había regalado al mendigo. Detrás de ellos apareció el rostro del mendigo rodeado de luz que le dijo: “Martín al ayudar al mendigo, tú has disminuido mi propia miseria, pues de todo hombre soy hermano.

Al desaparecer la imagen, Martín notó que la luz que rodeaba al rostro del mendigo se metió en su corazón y ya nunca se apagaría.

La niña preguntó ¿Quién era aquel mendigó? Era el hijo de Dios que andaba buscando corazones humanos que quisieran recibir su luz. Cuando los niños celebran la fiesta del farol, la luz que recibió San Martín también acompaña a las lucecitas de su farol, es una chispita de ella.

Con la luz de su farol la niña pudo ver que el niño que hablaba con ella tenía muy poca ropa y temblaba de frío. Ella no tenía nada con qué abrigarle, su abriguito era pequeño. Entonces levantó sus manitas para calentarle los hombros, frotándoselos, el niño apareció ahora mucho más alto y con una vestimenta luminosa y con grandes alas que irradiaban luz. ¿Quién eres? Dijo la niña. Soy uno de los servidores del mendigo. He venido a encender tu farol con la luz de San Martín, ahora ya puedes volver a tu casa, yo iré detrás de ti a acompañándote. Cuando llegó a la aldea se volvió para darle las gracias y el ángel había desaparecido.

La niña llegó a su casa y contó lo que el ángel había hecho por ella. Todas las noches hasta que llegó el día de nochebuena la familia encendía el farolillo y juntos preparaban la venida del niño Jesús cantando.


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