Alimentación y salud


Camino hacia una alimentación consciente

Carina Vaca Zeller
Octubre 2003
Charla para padres en el Colegio San Cristóbal
(Apuntes de Anita Isla y Luz Phillipi, revisados y completados por Carina Vaca Zeller)


Cuando uno habla de una “Alimentación sana” no sólo lo hace en términos  de salud corporal, también lo  puede  hacer desde la idea antroposófica  de lograr una alimentación que favorezca desarrollo anímico espiritual. Por lo tanto aún cuando el tema sea la alimentación, el tema de fondo sigue siendo la búsqueda del desarrollo del ser humano anímico-espiritualmente libre. Esto implica para empezar que cada ser humano necesita una forma de alimentarse específica para su individualidad, ya que cada uno es distinto al otro. Por eso, no son “recetas” ni dietas las que aquí se darán. Para el ser humano los patrones preestablecidos que se imponen, son venenos para su desarrollo anímico espiritual libre. Veremos cómo se realiza el proceso de la nutrición en el hombre y cómo se relaciona con las fuerzas concretas de los alimentos. Luego hay que cavilar sobre la forma de alimentación que mejor se aviene a la propia individualidad.

Hábitos y ritmos

Si observamos nuestro proceso evolutivo, el hombre primitivo se alimentaba de lo que instintivamente le dictaba su organismo, por estar inmerso en la naturaleza poseía ese conocimiento innato de lo que le hacía bien y le que le hacía mal. Asimismo podía “sentir-percibir” cuál planta podía curarlo de alguna afección. A medida que fue desarrollando su conciencia terrena, fue separándose de esta unidad con la naturaleza y su orden universal, fue despertando a los placeres terrenos, como los sabores etc… fue perdiendo los instintos sanos y con ellos la sabiduría del como alimentarse.
No se trata de volver atrás a lo instintivo  sino de iniciar una búsqueda consciente de lo que puede ser adecuado para este momento evolutivo y hacerlo desde el entendimiento, ya no desde los instintos, que han sido sacrificados, en pos de que pueda brotar una conciencia clara y libre. El hombre tiene que desarrollar una cultura sobre la alimentación. El hombre aprende a comer, el animal está determinado a engullir. Para ello es fundamental tener presente, entre otras cosas,  la comprensión del concepto al que nos referimos cuando hablamos de “ritmos”.
Todos los seres en el ámbito de lo viviente, están inmersos en ritmos. Tenemos por ejemplo  los ritmos de: 
Las estaciones.
El día y la noche.
El ritmo respiratorio y cardíaco.
El ritmo en el crecimiento de las plantas.

Toda esta vida de ritmos es la que permite un desarrollo vital armónico. Los hombres, por haber perdido en gran medida los sanos instintos, debemos procurar encontrar una fuente de salud basada en procesos concientemente buscados. Si hablamos de niños pequeños, demás está decir que somos los adultos los que somos “su conciencia”. Sería de desear que el ritmo alimentario fuese cada vez más regular, lo que también puede tomarse como un proceso de autoeducación para los adultos a cargo. Todo lo que es rítmico, fortalece y sana. Todo lo arrítmico, debilita y enferma. En este punto también influyen las cantidades. Ellas debieran ser regulares y justas. Porciones ni muy grandes, ni muy pequeñas. La medida justa como adulto puede ser aquella cuando uno aún tiene un poco de hambre. Ahí sería bueno parar. Es decir no quedar con sensación de plenitud estomacal, lo que por otro lado no permite avocarse a otras tareas con eficiencia. Los niños que son alimentados en forma regular con alimentos saludables, cuyos sabores no son artificiales y muy estimulantes, en general conservan un sano instinto, por el que comen la cantidad adecuada, sin cometer excesos. Sin embargo cuando son niños acostumbrados a comer “chatarra”, pueden perder la buena medida sana.


Fisiología desde el punto de vista antroposófico
¿Cómo es que actúan los alimentos en nosotros?

Para comprender el proceso de la nutrición, hay que entender el proceso digestivo en sus principios básicos desde lo que nos revela la ciencia espiritual.
Al ingerir un alimento del reino vegetal o animal, no sólo uno está  ingiriendo carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas etc…
La planta se encuentra un escalón por encima del mineral, porque puede organizar al mineral según sus propias leyes. Es capaz de arrancarlo de las fuerzas físico-terrenas que rigen al mineral (gravedad, desintegración) e incorporarlo a las leyes de lo viviente (organización, crecimiento, reproducción, superar las fuerzas de gravedad). Este sistema está dado por un organismo de fuerzas concreto en cada especie vegetal, que se denomina “Cuerpo Etérico”, que es esta organización, que en todo ser viviente gobierna lo mineral. Cuando comemos una planta, también ingerimos con ella, sus fuerzas etéricas. Lo mismo ocurre cuando ingerimos un animal, él posee también otro tipo de fuerzas, sobre las que hablaremos más adelante, con las que nos relacionamos.

REINOS:
Mineral: solamente cuerpo físico.
Vegetal: Cuerpo físico y cuerpo etérico
Animal: Cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo astral ya que porta toda su vida instintiva. Es un ser colectivo. Tiene sistema neuro-sensorio, tiene  conciencia.
Ser Humano: Cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y Yo o espíritu (que le otorga su individualidad y la autoconciencia).

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Cuando el ser Humano se alimenta, tiene que matar por completo esas fuerzas y luego impregnar esa sustancia, de fuerzas propias. Debe por ejemplo destruir las proteínas del pollo (que van acompañadas de fuerzas astrales de pollo) y rehacer la proteína humana. Lo mismo con los carbohidratos de los vegetales etc…En lo exterior ya se puede apreciar esta transformación con el acto de masticar, luego en nuestro estómago mediante los jugos gástricos que siguen destruyendo etc…Es un punto de vista materialista aquel que dice que “somos lo que comemos”, como lo afirman muchas personas. Más bien podríamos decir que somos aquello que es capaz de transformar lo que comemos. Rudolf Steiner dice: “no comemos para  que esto o lo otro nos caiga bien, nos nutrimos gracias a oponernos a las fuerzas de esta tierra y vivimos gracias a que ofrecemos resistencia”. En un ser humano sano, todo debiera ser metabolizado e impregnado por las propias fuerzas yoicas. Si no logramos despojar de sus fuerzas a los alimentos, es decir matarlas, para transformarlas, ellas actúan como algo extraño, algo del mundo exterior, dentro de nuestro propio organismo, como un veneno. Por ejemplo las personas alérgicas, no pueden terminar de matar las fuerzas de la  proteína exterior (ya sea inhalada o ingerida) y por eso se enferman. El cuerpo produce una reacción frente a esa sustancia “extraña” que se ha introducido en él. “Todo lo que es naturaleza debe quedar afuera, en la naturaleza. Cuando se entra en el hombre, está todo aquello que se opone a la naturaleza”.
          Si observamos al animal, a la planta y al mineral, en relación al ser humano, podemos darnos cuenta que el más cercano a éste es el animal. La planta es el único ser que puede sintetizar proteínas desde el reino mineral. El hombre y el animal no pueden. Ellos lo deben realizar a través del consumo de plantas o de otros animales. Por lo tanto cuando un hombre ingiere un animal está haciendo un esfuerzo menor que si comiera una planta, es mucho más fácil, ya que esta sustancia se encuentra a “medio camino”. Por otro lado hay que considerar que todo esfuerzo que no realizo, me debilita. Como ser humano se hace el proceso de elevar lo vegetal primero al plano animal y luego al plano yoico. Es decir, lo eleva dos veces. Cuando el hombre ingiere  un vegetal, algo bastante  lejano de su organización, esto requiere  una gran fuerza del yo. Las fuerzas que uno utiliza para elevar lo vegetal al plano animal son muy distintas a las que se utilizan para elevar lo animal al plano humano. Las primeras existen en el ser humano. Si ellas no son utilizadas, se vuelven contra el propio organismo, lo cansan y lo distorsionan.
          La planta tiene fuerzas etéricas (vitales), ella crece como resultado de la conjunción de fuerzas cósmicas (el sol, la luna, los planetas) y terrenas. Ella se yergue desde la tierra hacia  el cielo. Esas son las fuerzas que la impregnan y a ellas nos enfrentamos cuando comemos una planta.
El animal tiene una vida de instintos y pasiones, propias de cada especie animal. Esas fuerzas son tan concretas que incluso esculpen su forma física. Esta vida de pasiones que mueve al animal está dada por una organización superior a la etérica, que es el cuerpo astral. El cuerpo astral es aquel que permite a los seres que lo poseen, tener un sistema nervioso, órganos sensorios, el poder desarrollar una experiencia interior, en base a un estímulo exterior y la capacidad de desplazarse. En el cuerpo astral se da toda la vida pasional. Cada animal corporiza fuertemente una pasión. Cuando ingerimos animales no solo estamos comiendo sus fuerzas etéricas, sino que son fuerzas etéricas gobernadas por lo astral y fuerzas astrales, a las que nos tenemos que enfrentar. “Todo lo material que nos rodea es una manifestación y una expresión de lo espiritual, por lo tanto detrás de todo lo que ingerimos existen fuerzas operantes. Nosotros a través de la alimentación entramos en relación con una realidad espiritual, con un sustrato que está detrás de lo material”.

Si comparamos la planta con el hombre, podemos observar lo siguiente: la planta incorpora anhídrido carbónico y libera de sí oxígeno. El hombre inhala oxígeno y exhala anhídrido carbónico. La planta tiende a vivificar, transforma lo muerto en vivo, otorga oxígeno para el resto de los seres vivientes. El hombre tiene la tendencia contraria.
Si observamos la sangre, ella es roja. El fluido fundamental de la planta, la savia es de color verde, el color complementario del rojo. La molécula principal para la vida de la planta es la clorofila, esa es una sustancia “mágica”. La molécula fundamental de la sangre humana es la hemoglobina. Ambas son moléculas de una alta complejidad (anillos tetrapirrólicos) exactamente iguales, con la única diferencia de que en el centro la clorofila posee el elemento magnesio y la hemoglobina tiene en su centro al hierro. Ambos elementos poseen una gran afinidad por la luz. Un fluído es totalmente interior, la sangre, la clorofila se abre al cosmos, a la luz del sol.
La cabeza humana, si la contemplamos como imagen, es como la bóveda celeste, es como la Tierra entera. Requiere de muchos minerales, en ella se manifiestan tendencias contractivas, desecantes, endurecedoras. Si nos detenemos en la raíz vegetal, ella se hunde en la tierra, en lo mineral y aparecen las mismas tendencias de endurecimiento, contracción y desecación. Existe sin embargo una gran diferencia, posee una gran vitalidad, que el órgano principal de la cabeza de ninguna manera tiene. Así es cómo con esta inmensa vitalidad absorbe lo mineral y lo incorpora a la vida.

Cada vez que uno quiera estimular las fuerzas de la cabeza en un niño/a, es necesario darle raíz. Ejemplos de niños con fuerzas cefálicas débiles: cabeza grande, somnolientos que necesitan despertar, con problemas de concentración, déficit atencional.

¿Qué tipo de raíces? Las raíces coloreadas son las que pueden otorgarle fuerzas vitalizantes al sistema neurosensorial. La zanahoria y la betarraga, además de ser hermosamente coloreadas, son muy estructuradas, tienen abundante contenido mineral e incluso tienen un leve aroma. Las fuerzas cefálicas están activas con especial intensidad en el primer septenio, por lo tanto estos importantes alimentos no deben faltar en esta etapa.
La papa merece una atención especial. Crece bajo la tierra en el ámbito de la raíz, pero no es raíz, es tubérculo. Esto es diferente porque significa que es un tallo ensanchado y sus raíces son finísimos hilitos. Es casi puro almidón, no tiene la abundancia de minerales como la zanahoria, no es coloreada, es informe. Es decir, es  como si las fuerzas del ámbito de la hoja-tallo y del fruto hubiesen caído a lo terrenal, a las fuerzas de lo terreno. No significan fuerzas vigorizantes para de la cabeza, sino todo lo contrario. Por tener esta característica de asumir en sí las fuerzas de lo terreno favorece el desarrollo del pensamiento racional mecanicista, que sustenta al materialismo de hoy día. En cambio en la betarraga y la zanahoria, que llevan a las profundidades el color, la luz, el aroma y la sustancia estructurada, uno ve las fuerzas de la flor y el fruto gobernando la raíz. La papa además pertenece a la familia de las solanáceas (como el tomate, pimentón, berenjena, flores de belladona), que tienen pequeñas cantidades de solanina, que es una sustancia que se esconde de la luz del sol y tiende a formar venenos. La papa debilita el mesencéfalo y conduce a una debilidad senil de los ojos.
Si uno quiere fortalecer lo rítmico (corazón y pulmones) es la hoja lo que se necesita. La hoja crece con su superficie hacia el sol y por las fuerzas del sol. Crecen y salen rítmicamente, de una en una, igual que las costillas del tórax del hombre. Este ritmo también aparece en los pulmones y corazón. La planta realiza el intercambio gaseoso por la hoja. Nuestro proceso respiratorio también se da en nuestro tórax.
Las hojas (ensaladas verdes) son fácilmente digeribles en el intestino. No hace falta cocerlas, se pueden comer crudas y con ello se fortalece el hombre medio. No hay que olvidar que en este centro asienta la región del sentir humano. Pensar en ellas en especial para niños tristes, asmáticos o con otros problemas bronquiales o torácicos. En ellos hay que fortalecer el centro.

La fruta y la flor ya han sido en cierta manera “cocinadas” por el sol. Las flores son como hojas metamorfoseadas, muy sutilizadas. Es tan claro que el fruto porta el calor en sí, que se puede cortar verde y éste continúa el proceso de maduración (o “cocción”) por sí mismo. ¿Cuál es la correspondencia con el ser humano? Allí donde el metabolismo es más intenso, existe más calor, importantes procesos vitales y se encuentra todo el sistema reproductor. Aquel polo que llamamos sistema metabólico motor y que corresponde a los órganos del abdomen y las extremidades. Para estimular esta región, damos abundante cantidad de fruta y flores. ¿En qué niños es necesario? En los flacuchentos, pálidos, sin apetito, desvitalizados, de cabeza chica, con poca voluntad, porque  es en este sistema metabólico motor, que se asienta la voluntad humana.  A estos niños entonces, mucho frutos, flores y semillas.
Por lo recorrido, podemos darnos cuenta que el hombre es una planta invertida y él está íntimamente relacionado en su organización con ella.
Estos tres principios mencionados están en un tipo especial de alimento. Estos son los cereales integrales. En ellos están contenidos  las fuerzas de la raíz, de la hoja y del fruto. Estos no son como cualquier semilla. En el cereal maduro, encontramos un intenso proceso de mineralización. Este representa el principio raíz. Esto comienza una vez que la raíz (por ejemplo del trigo) ya ha logrado un gran desarrollo, de más de un metro de largo, al iniciar la maduración del grano de trigo, se va produciendo una regresión en la raíz. Cuando el trigo está bien mineralizado, la raíz está casi atrófica. Es decir, toda la fuerza mineralizante de la raíz se desplazó desde ella hacia este pequeño grano. En él también encontramos importantes procesos metabólicos, en la sustancia más abundante del cereal, el almidón y en el germen de trigo, que es la pequeña parte que posee la potencia para  formar una planta entera. El elemento luz, que tiene tanto que ver con la hoja, también lo encontramos en el grano maduro. Por eso cuando las hojas de la planta se marchitan y aparece el brillo de oro sobre un campo de cereales, es señal de que toda esa vida está allá concentrada. Además por ejemplo en la conformación de la espiga también encontramos el elemento rítmico de la hoja en la ordenación de los granos.
Los cereales poseen un alto contenido en sílice, que es una de las sustancias qué más puede acoger las fuerzas cósmicas de luz y erguimiento. Es fundamental en todo lo que es tejido de sostén. (huesos,  dientes, pie plano etc)
Son siete los cereales arquetípicos: trigo, avena, arroz, mijo, maíz, cebada y centeno. La quinoa y el amaranto son muy nutritivos también pero no son cereales propiamente tales, son pseudocereales (pertenecen a la familia de las amarantáceas). Ojalá toda dieta de los niños estuviera basada principalmente en cereales integrales, que son el alimento más completo, armónico y adecuado para el desarrollo plenamente humano. Un plato equilibrado siempre debiera contener el elemento raíz, el elemento hoja y el elemento flor. 
          Ejemplos de formas de cereales integrales que se pueden conseguir hoy en Chile: pan integral, avena arrollada, mijo pelado (se consigue en Tierra Viva: Dr Johow 889), arroz integral, chuchoca o polenta, harina tostada, centeno incorporado al pan integral de centeno, trigo mote, fideos integrales. Hay que aprender a cocinar con cereales, se pueden hacer platos muy sabrosos con ellos cuando se los sabe preparar bien.
          En cada cereal actúan fuerzas bien definidas, que permiten favorecer ciertos aspectos del desarrollo.
La avena está indicada para niños carentes de impulsos. Por lo mismo se recomienda usarla con moderación en los coléricos.
 El arroz tiene una intensa relación con el  elemento agua. Está muy poco enraizado a la tierra. Se vincula con lo flemático. Es un cereal muy armonizante. Siempre es conveniente agregarle condimentos aromáticos, para que podamos “aterrizarlo” más hacia lo metabólico. Moderarse de dar arroz integral todos los días a un niño muy sanguíneo.
El maíz se esconde entre las hojas, pero igual guarda en su color “la luz del sol”. En su encierro tiene que ver con el temperamento melancólico. Por lo tanto hay que usarlo con moderación en niños con esa tendencia y se puede usar de vez en cuando en los que son demasiado alegres y extrovertidos.
El mijo actúa contra la rigidización. Su planta es como muy aeriforme. Se emparenta con el temperamento sanguíneo. Por lo tanto es ideal para los melancólicos, que son un poco rígidos interior y exteriormente.

El cereal a pesar de ser un alimento tan equilibrado, le falta algo. No tiene ricos aromas ni vivos colores en general, que son los principios de la flor. Por eso es necesario siempre condimentarlo muy bien con  hierbas aromáticas, como tomillo, orégano, romero, cilantro, comino etc…
Al pan blanco se lo ha despojado de la vitamina B, oligoelementos y minerales, además del importantísimo germen de trigo. Para asimilarlo, el organismo debe recurrir a sus propias reservas de minerales, oligoelementos y vitaminas. Por esto el pan blanco, lejos de nutrirnos, nos despoja de fuerzas importantes.


Cualidad de los alimentos

          Como ya lo mencionamos, lo que nos nutre no son tanto las sustancias, sino las fuerzas de los alimentos. Esto nos hace ver lo fundamental de contar con una agricultura que esté en armonía con el hombre y la Tierra. Si lo que ingerimos, ya prácticamente no porta
 fuerzas vitales o son fuerzas muy raquíticas, sino puros químicos, es decir puro mineral sin fuerzas vivas. Esto va directo a la región cefálica, casi sin oponer resistencia, ya que no hay fuerzas vitales a las que oponerse. Es un ataque al Yo humano, ya que no se ofrece resistencia a estas sustancias y ellos actúan como venenos. No pueden ser transformadas por el Yo.
          Dentro de lo posible hay que optar por alimentos orgánicos (sin químicos ni pesticidas) por lo menos o biológico-dinámicos (en la medida que existan en Chile). Estos son los únicos que cumplen los requisitos de un alimento que es capaz de nutrir con calidad, ya que conservan las fuerzas vitales.
(Los cereales crudos sobrecargan al organismo para cocinarlos en el cuerpo. No comer mucha avena cruda. Mejor tostarla o cocerla, lo que ayuda a encarnar en el metabolismo. Produce estímulo de la voluntad en lo metabólico.)

La organización calórica

El ser humano tiene un organismo calórico que lo hace ser hasta cierto punto independiente del entorno. La temperatura de la sangre es relativamente constante. Cada uno de nosotros además posee un “mapa” calórico propio a lo largo de su corporalidad. Nuestra organización calórica tiene que ver con nuestra individualidad, con nuestro Yo.
El ser humano es más afín al calor que al frío. Ël es un ser calórico, no un ser del frío. Él debe elevar hasta su organización calórica todo cuanto ingiere. Llevar lo mineral hasta el plano de lo calórico es un tremendo esfuerzo. La alimentación hoy en día tiene muchas fuerzas minerales.
Las comidas calientes son más fácilmente digeribles que las frías. Cuando uno abusa de los alimentos helados, se está requiriendo del organismo un esfuerzo excesivo y esto además sobrecarga al hígado, que es el órgano que tiene tanta relación con el calor. El daño a la organización calórica de los niños produce un debilitamiento en su individualidad. Por eso mucho cuidado con los helados frecuentes o con echarle hielo a todo cuanto se bebe.
Cuando nosotros calentamos o cocinamos los alimentos, ellos pueden ingresar más fácilmente a la organización calórica. El hombre no necesita cocinarlos o calentarlos. El calentar, cocinar, tostar, dorar es siempre un alimento para la organización calórica, va dirigido al hombre central. Los procesos calóricos llevan más la nutrición al hombre central, hacia las funciones internas, individuales, donde el hombre se relaciona con la Tierra, donde se desarrolla su individualidad. Tiene que ver con fuerzas encarnatorias. Se estimula de esta forma la voluntad en el ámbito metabólico motor. Cocido no significa recocido. Hay que cocer las verduras de modo que no pierdan su color y consistencia, de otro modo también se destruyen sus fuerzas.
La comida fría y cruda produce un fortalecimiento de las influencias cósmicas, de las fuerzas “extrahumanas”. Con ello se estimula al hombre periférico (piel y órganos sensorios). Me refiero a los alimentos crudos tal como se hallan en la naturaleza.
Lo crudo requiere del hombre muchas fuerzas. Éstas son especialmente importantes de promover cuando se quiere lograr un proceso de curación. Por eso cuando un niño está enfermo hay que estimular el consumo de alimentos crudos, ellos ayudan en la sanación. Si es una persona con sus fuerzas propias demasiado debilitadas (se ve más en personas mayores, no en niños), es preferible darles alimentos cocidos, ya que es una exigencia que en vez de actuar como estímulo, puede pedir demasiado de un organismo que no lo puede dar. En niños enfermos con enfermedades agudas comunes, dar jugos naturales, frutas y ensaladas crudas en cantidad preponderante.
Es muy diferente lo que sucede con alimentos enfriados artificialmente. Estos llevan al hombre a polarizarse hacia el polo frío. El proceso de congelamiento lleva a los alimentos hacia lo mineral, se dañan sus fuerzas vitales.
El único alimento que puede ser considerado realmente crudo es la raíz cruda (zanahoria, betarraga, rabanito etc.). La fruta por estar en cierto modo ya “cocinada” por el sol, está un poco más dirigida al hombre central. La fuerzas de la zanahoria y la betarraga cocidas van directo a fortalecer la cabeza. Si las doy crudas deben pasar por el metabolismo para cocinarse antes de poder estimular lo cefálico. 
La cabeza (neurosensorial) es el polo frío, el abdomen (metabólico motor) es el polo caliente. Todo lo cocido nutre, lo crudo sana. Hay que equilibrar entre ambos tipos de alimentos para nutrir y promover fuerzas de sanación a manera de prevención. En verano se dará una mayor proporción de alimentos crudos y fríos, que lo que se da en invierno. En invierno nuestra organización calórica está luchando contra el frío exterior, por lo que no podemos sobre-exigirla con una gran proporción de alimentos crudos.
Las proteínas del huevo, leche y vegetales mejoran con el calor o la cocción. Se hacen más digeribles. La proteína de la carne animal no experimenta cambios en ese sentido.
El proceso de secado se da en la naturaleza en la semilla. La ingesta de semillas estimula al metabolismo. Cada vez que tostamos o doramos lo que vamos a comer, estamos llevando fuerzas a los miembros, al organismo metabólico. Esto también ocurre con los cereales. Para  que se aproveche su poder nutritivo deben ingerirse cocidos. Idealmente hay que remojarlos durante la noche en agua fría. El cereal tiene una sustancia, la fitina, que se enlaza con el hierro y el zinc e impide su absorción. Al remojarlo se desarrolla otra sustancia, la fitasia, que desdobla a la fitina. Luego se pueden tostar antes de cocerlos.
Con lo dicho se comprenderá el valor de la sopa caliente, sobre todo con aliños, como primer plato. Calienta el abdomen, es fácilmente digerida y estimula el metabolismo para recibir los alimentos que vienen después.
Hoy nuestra cultura tiende a alimentos fríos: helados, hielos, comida  congelada, provocando un gran daño a nuestra organización calórica.  Como colegio Waldorf debemos formar una cultura en torno a la alimentación, una comunidad entre los padres y los profesores donde haya concordancia. Tenemos que impedir que la comida chatarra, los jugos envasados, bebidas carbonatadas, dulces etc dañen el sano sentido gustativo de los niños. Si uno le da bebidas artificiales una vez por semana a un niño, el ya no querrá nunca más probar un jugo natural o el agua. Todo eso daña tan profundamente al organismo de los niños, que es la base para su futuro desarrollo anímico espiritual, que como responsables por el bien de ellos debemos actuar mancomunadamente ofreciéndoles lo mejor para que se alimenten.

El Azúcar

Para que nuestras funciones orgánicas y mentales funcionen bien, nuestra glicemia (glucosa en la sangre) debe ser relativamente estable. Cuando la glicemia disminuye, no estamos bien presentes, tenemos malestar, distensión abdominal, estamos ansiosos o irritables, estamos poco despiertos. Todos estos son signos de no estar bien encarnados. Esto nos hace ver que la glucosa en la sangre posee una íntima relación con el Yo. Para pensar, que es una actividad yoica, el cerebro necesita glucosa. Para que esta glucosa de verdad sirva al Yo, es el Yo el que tiene que haberla formado. Esto se realiza en el calor del hígado. Este órgano tiene un ritmo. La máxima elaboración de glucógeno (forma en que se guarda la glucosa como ramificada) ocurre a las 3 AM. Esta es una fase constructiva. La máxima degradación del glucógeno (se libera glucosa hacia la sangre para su utilización) es a las 3 PM. Esta sería la fase catabólica. Si uno quiere respetar este ritmo fisiológico debiera consumir de noche carbohidratos (frutas, verduras, cereales), que se digerirán muy bien.
A este ritmo se opone otro, que es el de la vesícula biliar, cuya máxima actividad es a las 3 PM y la mínima a las 3 AM. Como la bilis sirve principalmente a la digestión de las grasas, éstas debieran evitarse de noche, ya que la vesícula a esa hora entra en su fase de actividad decreciente.
Lo dulce, si bien es un elemento muy afín con el Yo, para estar bajo su dominio, el Yo tiene que haber intervenido en su producción. Eso ocurre cuando ingerimos carbohidratos complejos, como son los cereales, verduras y frutas, que necesitan un cierto proceso digestivo bastante complejo hasta que se transforman en glucosa en la sangre. El azúcar blanco, sin ser del reino mineral, tiende a lo mineral muerto por su configuración. Es de hecho muy fácilmente digerible y sustituye a un elemento que podemos producir a través del trabajo yoico. Lo dulce reconforta, envuelve, tranquiliza y apoya (momentáneamente), pero uno no ve el desmoronamiento de fuerzas que se produce, que por supuesto se apalea con más azúcar.
El azúcar blanco, por no tener en su proceso de asimilación casi ninguna intervención del Yo, pero a la vez por tener este elemento dulce tan alta afinidad con Él, lo sustituye. Hay un fantasma de Yo en su lugar. Se estimula al ego, en todo su despliegue, todo aquello que aparenta ser un Yo, pero que no hace más que substituirlo falsamente y debilitarlo en sus posibilidades de manifestación.
El hígado se debilita cada vez más. Este es un órgano que representa al Yo en lo metabólico. Cada vez que hay una enfermedad hepática, la persona está sin fuerza de voluntad. Por ejemplo en una hepatitis, lo único que se quiere es estar en cama y dormir todo el día.
Para la medicina antroposófica por ejemplo la depresión tiene un fundamento en un hígado enfermo. Por eso los niños que son melancólicos, que tienden a la depresión, si se exacerba hasta lo patológico su temperamento, tienden a ser los que saltan a comer el azúcar de a cucharadas u otros alimentos dulces en cantidades.
Los niños con adicción al azúcar son inquietos, inconstantes  y no se pueden concentrar. Les falta la presencia del Yo, que es quien gobierna esas funciones. Por eso en niños con hiperactividad o trastornos de la conducta, hay que suprimir, en la medida de lo posible, el azúcar. El azúcar rubia no es mejor, además tiene residuos incontrolables, de su proceso de refinamiento  a medias, que no serían beneficiosos para la salud.
Los cereales exigen un buen trabajo yoico en su digestión, y por ellos se logra un nivel de glicemia sin altibajos importantes (como con el azúcar), lo que permite la base física para una estabilidad anímica. El carbohidrato más equilibrado se encuentra en los cereales integrales.
La miel es producida por las abejas para su propia alimentación. Las abejas son seres que se rigen en su existencia por la luz solar. Poseen un orden perfecto en su colmena. Las celdillas de sus panales son hexagonales, que es una forma con gran afinidad por la luz, igual que el cuarzo, que cristaliza de manera hexagonal. Se podría incluso decir, que guarda en sí la luz y el calor del sol. Es un alimento con muchas fuerzas cósmicas. Al ingerir miel a uno lo lleva  a hacerse más cósmico, menos terreno. Estos principios son importantes sobre todo en la etapa de la adultez avanzada y de la vejez, cuando ya empiezan a actuar las fuerzas excarnatorias. Los niños son muy cósmicos, pero ellos vienen con fuertes impulsos encarnatorios. Ellos vienen a integrarse y a ser seres activos en esta Tierra. La miel se puede usar en pequeñas cantidades en los niños (nunca en menores de un año), y de vez en cuando. Se suele usar en la profilaxis y terapia del raquitismo, pero eso ya constituye una indicación del médico a un niño en particular. En los melancólicos también se puede usar un poco más frecuentemente. Pero en general, la miel con mucha moderación en niños y no como un sustituto diario para el azúcar.
Los seres humanos nos tenemos que volver a acostumbrar a los sabores naturales, al dulzor de la fruta sin otros agregados. Es importante tener siempre en la casa a la mano frutos secos (pasas de uva, ciruelas, higos, manzanas, duraznos, damascos secos, dátiles), para darles un bocadillo dulce una o dos veces por día a los pequeños. Esto es una necesidad sobre todo para los melancólicos o niños que están atravesando momentos difíciles.
Para ciertas circunstancias se puede usar el maple syrup, por ejemplo para endulzar un poco el yogurt natural.
La mamá puede hacer cada dos semanas o una vez al mes un queque o unas galletitas. Ella puede usar un poco de azúcar (mejor de caña). Pero estas son situaciones especiales y que deben ser vividas como tal por los niños, como un día especial, donde también viven el calor del cariño de mamá.


La Sal

La sal corresponde al polo superior. La sal despierta las fuerzas de la conciencia. Por eso no se da sal a los lactantes y hay que moderarse de usarla en niños en el primer septenio, a los que se intenta no despertar en exceso y favorecer más la capacidad de crecer y de desarrollo del cuerpo físico.
Si una persona es muy ávida por la sal, esto implica que hay una unión demasiado intensa entre el Yo-cuerpo astral y el cuerpo físico-cuerpo etérico. Es decir es una persona demasiado ligada a lo terreno.
Nosotros salamos las comidas para que podamos pensar. Pero hoy se consume demasiada sal, lo que también es nocivo. La otra forma de consumir el elemento sal es a través de consumir las raíces: zanahoria y betarraga.

Alimentación animal y alimentación vegetal

Cuando un hombre se alimenta de vegetales debe ejercer más trabajo para elevarlos al plano humano, debe encender más fuerzas que cuando come animales, por lo que gana más fuerzas también.
El mineral se encuentra tan lejos del hombre, que él apenas lo puede tolerar en grandes cantidades. Por eso, en general, la mayor cantidad de minerales se ingiere incorporada a las sustancias vegetales.
Si observamos la estructura del ser humano, su dentadura no se parece ni a la del carnívoro, ni a la de los herbívoros. Tiene su carácter propiamente humano. El intestino del hombre es más corto que el de los herbívoros y más largo que el de los carnívoros. Pero concluir de estos hechos, que el ser humano come de todo, es una simplificación demasiado grande. Lo que sí se puede decir, es que tiene una capacidad de adaptación grande a distintas formas de alimentación y gustos. Esto significa, que el hombre tiene la posibilidad de zafarse de un orden de alimentación preestablecido, como al que está sometido el  animal y puede buscarse su propia forma de alimentación según su constitución, etapa evolutiva, raza o pueblo al que pertenece, geografía y sobre todo, según su individualidad.
La alimentación vegetariana estimula fuerzas. Si es que uno es capaz de arreglárselas sin carne, se siente más fuerte que antes. Esto depende también de la herencia, ya que hay personas que por las fuerzas hereditarias que portan en sí, no pueden desarrollar las suficientes fuerzas para una alimentación exclusivamente vegetariana. También hace mucho la costumbre. Si un niño es alimentado desde muy pequeño con mucha carne, es difícil que pueda dejarla. Su organismo ya la pide.
 Heródoto escribió que los pueblos que se alimentaban de cereal (es decir de plantas), se destacaban mucho en artes, ciencias, número de habitantes, formación física y espiritual, comparados con aquellos que vivían de la guerra, la caza, la cría de animales y la pesca.
Herder dice: “el elefante es el rey de los animales, por su sabia tranquilidad y racional pureza de los sentidos. El león es otro tipo de rey. La naturaleza lo ha dotado de músculos, no de mansedumbre y entendimiento”.
Rudolf Steiner dice al respecto: “en todas partes, donde el hombre se eleva a grandes miradas de la existencia, donde no está atado por las cadenas de una tradición generalizada, sino donde él determina su vida y su existencia desde puntos de vista amplios y libres, el hombre le agradece este pensar ágil, esta mirada en perspectiva, a la alimentación que se toma desde el mundo vegetal. Allí donde el hombre forma sus juicios desde la rabia, los interese propios, por la simpatía y antipatía, que todo lo empañan y lo muestran bajo una luz estrecha; en que se arrastra de prejuicio en prejuicio, eso se lo debe a su relación con el mundo animal, a su alimentación animal”.
La alimentación con carne permitió al hombre estar bien parado sobre la Tierra, desarrollar su vida personal. Pero con la evolución de la humanidad, lo vegetal en la alimentación ganará más y más espacio, de por sí. No hace falta agitar, ni hacer manifestaciones para que ello ocurra. Ocurrirá espontáneamente. Ya se ve en la tendencia de los niños de hoy a rechazar cada vez más de manera espontánea la carne.
La carne desarrolla en el ser humano, la ira, la antipatía y las pasiones ligadas a lo terreno. Pero también la valentía y la osadía que necesitaban ciertos pueblos para llevar a cabo sus guerras. Pero si se exagera la alimentación animal, se perderá todo interés por lo espiritual. Por el contrario, los pueblos que se dedicaban a intereses más espirituales, trataban de alimentarse desde lo vegetal.
Lo cárneo conecta a la Tierra. Lo vegetal a lo cósmico.
Pero cuidado, la mayor parte de las personas no pueden hoy en día tener una alimentación puramente vegetariana.
Lo ideal, claro que hay que ver cada caso individual, es que los niños no comieran carnes, sobre todo rojas (que vienen de los animales más pasionales) hasta los tres años o hasta el momento en que se digan Yo a sí mismos. El caminar, el hablar y el decirse Yo son manifestaciones del Yo humano. Por lo tanto si damos carnes antes de que esto haya ocurrido, el niño aún no tiene un Yo desde donde poder enfrentarse a esta astralidad animal y poder en verdad transformarla. Si le damos carnes, sobre todo rojas, antes de esta etapa, estas fuerzas lo compenetrarán y pasarán a ser parte constitutiva de ellos. Veremos entonces a niños con instintos poco humanizados, por ejemplo que comen ávidamente, que andan poco erguidos y se la pasan echados en el piso, muy impulsivos.
La leche se produce totalmente en la periferia, en glándulas de la periferia y que tienen sus propias leyes. La leche tiene sustancias propias que no aparecen en otras partes del organismo. La proteína propia se llama caseína, el carbohidrato es la lactosa, absolutamente exclusivos de la leche. Por ello a pesar de ser una especie de ultrafiltrado complejo de la sangre, es una formación original, que se aleja de la sangre. La sangre es para la vida propia, la leche no tiene que ver con la vida propia sino que se produce para exteriorizarse. La sangre está relacionada al hombre central, vinculado al proceso de individuación. La leche está más cerca de lo cósmico, de lo extraterrenal. Recordemos la relación de lo cocido y lo crudo. Por ello la leche cruda tiene otra cualidad que la cocida, que así adquiere interioridad. La leche tiene un proceso animal muy leve. Es sólo a medias un producto de origen animal, ya que en su formación no se ha permitido casi la participación astral animal, ni humana. Por lo tanto una dieta de vegetales con lácteos puede no considerarse mixta, ya que ambos pueden ser colocados del lado vegetariano.
Asimismo hay alimentos del lado vegetal, que por su composición forma de crecer van más hacia el lado animal, como son las legumbres y los hongos.
Las legumbres también conviene consumirlas con moderación, son bastante pesadas de digerir. Cuidado con remplazar la leche por leche de soya. Consumir legumbres una vez a la semana es suficiente y siempre de día, no de noche.

Vida espiritual y alimentación
Para ayudar a las fuerzas de la conciencia es necesario ingerir alimentos que contienen fósforo de manera natural. Este se encuentra en los cereales, sobre todo en el arroz integral, pero también en las avellanas. Esto es muy importante en los años de formación del cerebro del niño.
Otro elemento fundamental es el sílice. Este forma una fina red, que sostiene la corporalidad y forma la base física de la organización del Yo. Se lo encuentra en los cereales, sobre todo en el mijo, pero también en las raíces.
La sal es directamente procesada por la organización del Yo. Hay que cuidarse de no sobrecargarla. Pero sí es importante consumir un poco  de sal, especialmente a partir de los dos o tres años de edad.
Hay que tener presente que el aceite omega 3 es importante en ayudar a las funciones del cerebro. Él está contenido en las semillas de linaza, en las semillas de chía, en el aceite de canola y en el pescado principalmente, por lo que se sugiere consumir de estos alimentos en forma regular.
Es recomendable generar en los niños, la fuerza de la temperancia, el gusto por los sabores simples y naturales y tratar de impedir que se genere el impulso a la avidez. Si se le da demasiada proteína o demasiada cantidad de comida a los niños, se les pervierten los instintos alimentarios.
Por último no debemos dejar de lado una fuerza importante en torno a la comida, que es su fuerza formadora de comunidad. Es uno de los factores sociales más importantes de la vida humana. Por lo tanto enseñemos a nuestros niños, con el ejemplo, que es un momento de reunión y de encuentro. El rezo antes de comer o un momento de conciencia, también genera una disposición más humana a comer y no a abalanzarse sobre el plato.
Aristóteles dice: “no sólo los alimentos nos nutren, también el alma”.
En cuanto a las dietas Rudolf Steiner nos dice: “cada dieta transforma al ser humano en un ser antisocial. A través de su comida se aísla de la comunidad no sólo en lo nutricional, también en lo anímico se transforma en una rareza.  …el hombre tiene que poder lograr en que aquello que no puede tolerar, lo termine tolerando. De esa manera se crea una fuerza formadora de órganos. Las dietas lo más cortas posibles, para volver a la comunidad”.
Entre las imágenes de la primera tentación del hombre, por una manzana y la imagen de la última cena con el Cristo compartiendo el pan y el vino, tenemos guardado como un misterio a develar, todos los momentos en que como ser humano  me puedo encontrar. En ellas aparece el alimento de la Tierra, como algo que nos tienta, nos hace caer y el otro alimento, que tiene el significado más alto posible para el ser humano.
 Que cada acto de comer pueda transformarse en una actividad plenamente humana, donde haya conciencia de lo que se come, agradecimiento por lo que se nos brinda y por las manos que nos lo prepararon y ojalá la alegría de compartir este pan con otros.


Gracias a Anita y Luz por darse todo el trabajo que se dieron

Referencias bibliográficas:
Nutrition and Health, Rudolf Steiner, Anthroposophic Press.
Dynamische Ernährungslehre, Gerhard Schmidt, Proteus- Verlag.
La Alimentación del Escolar, Udo Rezenbrink, Editorial Sanyago.
Pediatría para la Familia, Wolfgang Goebel- Michaela Glöckler, Epidauro.

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